Magníficamente situada a medio camino entre el mar y la montaña, en pleno corazón de Pirineos Atlánticos, la capital histórica de Bearne le invita a descubrir sus tesoros.
El castillo de Pau, monumento característico de la ciudad, fue sucesivamente fortaleza de los vizcondes de Bearne, castillo fortificado en la época de Gastón Febo y residencia real en el Renacimiento. Es conocido porque aquí nació en 1553 Enrique IV, rey de Francia y de Navarra. En la actualidad, este majestuoso edificio, declarado Monumento Histórico, se ha convertido en museo nacional y alberga una impresionante colección de tapices de Flandes y de los Gobelinos de los siglos XVI, XVII y XVIII. La prestigiosa Sala de los cien cubiertos -con su inmensa mesa de roble- la habitación del rey –con su cuna con forma de caparazón de tortuga- o el apartamento de la emperatriz Eugenia -con sus delicadas porcelanas de Sèvres- hacen de la visita un inolvidable viaje por el tiempo. El castillo de Pau también destaca por su parque paisajístico y sus magníficos jardines renacentistas, por los que da gusto pasear... Un remanso de paz para hacer un descanso antes de seguir recorriendo las callejuelas medievales del centro histórico.
Después, hay que seguir el bulevar de los Pirineos hasta llegar el agradable parque Beaumont, que alberga bonitas especies de árboles. Este largo paseo de 1800 metros es un auténtico balcón panorámico, y en los días despejados ofrece maravillosas vistas de las cumbres pirenaicas... ¡Grandioso!