Emplazada en la costa oeste de la isla, a lo largo del mar Caribe, la capital martiniquesa, antiguamente llamada Fort-Royal, le invita a descubrir su patrimonio construido y cultural.
Antes de recorrer el bonito paseo marítimo, dese una vuelta por el centro histórico, con sus calles comerciales coloridas y sus espléndidos edificios, como la famosa biblioteca Schoelcher, de estilo ecléctico. La historia de esta biblioteca es bastante sorprendente, ya que fue construida en París, y se montó íntegramente en Fort-de-France en el siglo XIX. Tanto su exterior como su interior son magníficos, con su mezcla de hormigón, hierro forjado y madera. En principio, estaba destinada a acoger la colección de libros y partituras del famoso abolicionista Victor Schoelcher. Abierta al público, tiene como misión, entre otras cosas, la conservación de los documentos patrimoniales relacionados con Martinica y las Antillas.
Tampoco podrá dejar de visitar la espléndida catedral de San Luis, edificada en el siglo XIX, con su impresionante estructura metálica, su original campanario cubierto de escamas de aluminio, y sus magníficas vidrieras, cinco de las cuales relatan la vida de San Luis. Un poco más lejos, al borde del mar, podrá contemplar la imponente silueta del fuerte de San Luis. Erigido en el siglo XVII y declarado Monumento Histórico en 1973, ofrece una vista incomparable de la bahía. El fuerte de San Luis fue escenario de antiguas batallas encarnizadas entre franceses e ingleses. Es actual propiedad de la Marina nacional, y se puede recorrer en una visita guiada.
Haga luego un alto en la gran plaza de la Savane, convertida en jardín, para pasear a lo largo de sus avenidas o simplemente detenerse a la sombra de un árbol o de una palmera real. Construida en el siglo XVIII, es uno de los lugares principales de la vida social de Fort-de-France.
Si desea aprender más sobre la cultura local y la historia de Martinica, no deje de visitar el museo regional de historia y etnografía. Instalado en una mansión burguesa de 1887, el sitio acoge exposiciones temporales en la planta baja, y una exposición permanente en la primera planta, con trajes tradicionales y joyas criollas. También se puede ver un salón, un comedor, un dormitorio y un cuarto de baño que evocan la vida burguesa de finales del siglo XIX.
Antes de abandonar Fort-de-France, dese una pequeña vuelta por los mercados del centro urbano, de los que el más conocido y el más turístico es el gran mercado cubierto. Rico en especias, recuerdos y punchs de todo tipo, ofrece un ambiente de lo más animado. También merece la pena ver el pintoresco mercado de frutas y verduras del parque floral situado en la avenida Paul Nardal, un lugar ideal para hacer acopio de productos frescos.