Entre las bonitas callejuelas llenas de colores y los floridos y soleados balcones, Vallauris posee un tesoro inigualable en Francia: la técnica alfarera que perdura desde hace siglos. Desde la época galo-romana la alfarería ha destacado en Vallauris gracias a la cerámica culinaria. Cazuelas, ollas y jarras han incrementado la reputación internacional de Vallauris, sobre todo por la resistencia de este material a las altas temperaturas. La llegada de Picasso en la década de 1950 otorgó a Vallauris al rango de capital de la cerámica de Francia, pues atrajo a muchos artistas ansiosos por aprender las artes del fuego. El propio Picasso, pero también Chagall o Miró, crearon una amplia gama de modelos y abrieron una nueva era para la cerámica.
En la actualidad sólo unos pocos artesanos valoran esta tradición. Sus creaciones se pueden contemplar en las tiendas y galerías de Vallauris en forma de obras de arte u objetos cotidianos, como floreros, platos, vasos, cuencos, tazas, etc. Todas estas piezas están hechas a mano por maestros ceramistas apasionados.
También resulta recomendable visitar el museo de la cerámica para contemplar su evolución a lo largo de los siglos. Este castillo-museo es una majestuosa casa fortificada provenzal reconstruida en el siglo XVI, y está flanqueada por dos imponentes torres angulares. De este modo, en el primer piso se pueden ver cerámicas de todo tipo, desde objetos culinarios hasta arañas metálicas, pasando por creaciones contemporáneas realizadas por Picasso, Picault, Derval y otros artistas que utilizaron este célebre material. Al igual que este establecimiento, el museo de la cerámica rastrea este arte a lo largo de más de un siglo en un vasto espacio de 200 metroscuadrados Las obras de Picasso y algunas réplicas de cera realizadas por el museo Grévin son una parte importante de la visita.
