El cruasán es un bollo de hojaldre enrollado sobre sí mismo en forma de triángulo y curvada como una luna creciente. Aunque proviene de Austria, no deja de ser una auténtica especialidad parisina, sobre todo cuando lleva mantequilla. Desde hace mucho tiempo, se valora su color rubio dorado y su miga flexible que se deshace en la boca, y se toma sobre todo en el desayuno y en la merienda.
Parece que el cruasán nació durante el asedio de Viena por parte de los otomanos, en 1683. Los panaderos decidieron celebrar la victoria de Austria destacando la forma del emblema otomano. El cruasán llegó a Francia en 1770 con la reina María Antonieta, pero es el barón Zang quien lo catapultó a la fama en Paris en 1838. En 1800, existía una versión parecida llamada pan de café, pero hay que esperar hasta 1920 para obtener este famoso bollo tal como se conoce en la actualidad.
Tradicionalmente, el cruasán se elabora con harina, levadura, leche, azúcar, sal y una gran cantidad de mantequilla. Se puede tomar solo, con mermelada, con chocolate o mojado en un buen tazón de café caliente.