En el camino de Santiago, a unos cuarenta kilómetros de Montpellier y en pleno corazón de las gargantas salvajes del Hérault, se encuentra un magnífico pueblo conocido por su famosa abadía de Gellone, que atrae a muchos peregrinos y visitantes todos los años. Catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, encaja perfectamente en el paisaje mineral circundante y presenta la particularidad de albergar las reliquias de san Guillermo y la Vera Cruz. Para llegar hasta allí, siga las pintorescas callejuelas llenas de flores, que lo conducirán hasta la plaza de la Libertad, donde se alza la portada de la iglesia abacial. Después de contemplar su arquitectura románica, y en especial la notable cabecera, no se olvide de echar un vistazo al claustro. Bañado por la luz natural, presenta un entorno apacible que ilustra una vez más la serenidad del lugar.
A continuación, dese un paseo por las calles empedradas rodeadas de casas de piedra antiguas y salpicadas por pequeños puestos de artesanía, que otorgan encanto a la ciudad. Haga una pausa en la bonita plaza con su fuente y tómese algo a la sombra del magnífico platano centenario.
Los amantes de las buenas vistas tienen que subir a lo alto de la ciudad medieval, desde donde se divisa una magnífica panorámica del valle. Desde Saint-Guilhem-le-Désert también puede ir al circo de Infernet, una enorme muralla natural compuesta de gigantescos acantilados que albergan viñas y olivos a lo largo de terrazas escalonadas. Para acceder hasta allí tome la calle del Bout du Monde (Fin del Mundo) desde la plaza de la Libertad y siga el camino que bordea el río. ¡Un paseo de lo más oxigenante!