Un descubrimiento revolucionario...
La historia comienza cerca de Aurignac en 1852. Jean-Baptiste Bonnemaison extrae huesos de la madriguera de un conejo. Excavando más, descubrió la entrada a un refugio rocoso que contenía un entierro colectivo y restos de animales extintos.
En 1860, el famoso paleontólogo Edouard Lartet descubrió allí, esparcidas entre las cenizas de un hogar, herramientas hechas de pedernal tallado y asta de reno; los relieves de las comidas de un grupo instalado alrededor del fuego y fragmentos de osos de las cavernas, mamuts, hienas de las cavernas, rinocerontes lanudos... Edouard Lartet cree que se organizó una comida fúnebre en cada entierro.
Este importante descubrimiento prueba definitivamente la existencia de humanos prehistóricos, más allá de los pocos milenios descritos en la Biblia. En 1906, tras un ardiente debate científico, Aurignac le dio su nombre, convirtiéndose en el epónimo del Auriñaciense.
La notoriedad del lugar creció, especialmente durante la Exposición Universal de 1867, donde Lartet concedió a Aurignac un lugar de honor presentando el material descubierto durante la excavación.
En 1913, el sitio de Aurignac se convirtió en el sitio auriñaciense del mismo nombre. Los objetos allí descubiertos caracterizan la primera cultura material del hombre moderno en la cronología del Paleolítico superior, entre 38.000 y 28.000 años antes del presente.
El museo auriñaciense abrió sus puertas en 1969 pero desde 2014 se beneficia de un nuevo edificio, luminoso y accesible a todos los públicos. Descubrirá la impresionante fauna glaciar, medio de supervivencia de estos pueblos prehistóricos, gracias a objetos procedentes de Aurignac pero también de otros yacimientos auriñacienses de renombre. Mapas, líneas de tiempo, facsímiles de piezas lejanas, dibujos y vídeos arrojan luz sobre este misterioso pasado.