Gracias a las excavaciones del arqueólogo F. Garrigou en 1860 ya las realizadas por R. Robert a partir de 1952, la Cueva de la Vaca entregó más de un millón de restos arqueológicos de una calidad rara: dientes de animales, chimeneas, herramientas de pedernal, herramientas para huesos y armas de renos. Estos testigos de los tiempos prehistóricos hablan sobre el medio ambiente y el modo de vida de los cazadores durante el período magdaleniense.
Estos artistas han dejado en la sala de Monique cien obras de mobiliario, grabados y esculturas de hueso y madera de renos, realizadas por los primeros habitantes conocidos de un valle del Alto Ariège.