Al suroeste del departamento de Cantal existe una región natural con paisajes rurales montañosos, salpicados de campos y bosques: ¡bienvenidos al castañar de Cantal, llamado así por su producción de castañas! En este territorio verde y tranquilo se asientan varios pueblos medievales como Marcolès, Montsalvy y Maurs la Jolie.
Situada en el corazón del castañar de Auvernia, Marcolès es una pequeña y carismática villa con pintorescas calles empedradas. Aquí, los visitantes pueden contemplar las casas de granito que se encuentran en la antigua muralla, las dos puertas de acceso, las casas con ventanas con parteluz o la iglesia de San Martín de estilo gótico meridional.
Montsalvy, cuyos orígenes se remontan al siglo XI, alberga un hermoso patrimonio arquitectónico: pórticos medievales, un castillo flanqueado por una torre del siglo XV, la iglesia abacial de Nuestra Señora de la Asunción con el claustro de San Gausberto, el antiguo comedor de los monjes... En la salida norte del pueblo, en la carretera de Aurillac, hay que hacer un alto en puy de l'Arbre, a 825 metros de altitud. El punto más alto del castañar de Cantal posee una mesa de orientación y ofrece una magnífica panorámica de las montañas de Cantal, Aubrac y la cuenca de Aurillac.
En Maurs la Jolie, la pequeña Niza de Cantal, la abadía gótica del siglo XIV alberga el busto relicario de San Cesáreo del siglo XII, una obra maestra de la orfebrería, así como bellas estatuas de madera y sillas de coro talladas de los siglos XV y XVI.
Para conocer a fondo la fruta estrella de la región, diríjase a la Casa de la Castaña en Mourjou, un fascinante ecomuseo donde descubrirá la historia del Castañar de Cantal y de su característico árbol. Las zonas al aire libre alrededor de la antigua granja le permitirán descubrir vergeles de castaños, un huerto de hortalizas y un jardín de plantas aromáticas.
Por último, las familias con niños no pueden perderse el Valle de los Gamos, un parque de animales de 30 hectáreas en Cols, en el municipio de Junhac, a unos treinta kilómetros al sur de Aurillac. Un recorrido de 2 kilómetros, que puede hacerse a pie o en un trenecito, permite descubrir el mundo de los cérvidos.