La mayor de las islas de Ponant se encuentra 15 kilómetros al sur de Quiberon. Con 17 kilómetros de largo y 9 de ancho, la isla está salpicada de pequeños puertos, hermosas playas (para una estancia en familia mejor optar por Bordardoué o Grands Sables), calas resguardadas y acantilados, dentro de una enorme variedad de paisajes en los que la flora es omnipresente.
En Belle-Île abundan los enclaves con panorámicas dignas de los mejores fotógrafos, del gran faro a los peñascos de la cueva de la Botica, pasando por los picos de Port-Coton.
Es accesible por vía marítima desde Quiberon, y en temporada alta desde Vannes, Port Navalo, Le Croisic y La Turballe, con o sin vehículo. Allí hay disponibles para alquilar coches, motos, escúters y bicicletas.
Flechazo inmediato al llegar a la puerta del Palacio: las casas de colores que la rodean, la atmósfera tranquila, la antigua ciudad, la vista desde la ciudadela Vauban y el recinto fortificado marcan el tono. Después hay que dirigirse a Sauzon, otro puerto encantador y lugar destacado de la pesca de sardinas en el siglo XIX.
En la Punta de los Potros la casa de la gran dramaturga Sarah Bernhardt está abierta al público.
El paisaje se vuelve más salvaje al aproximarnos a Bangor y a sus espectaculares peñascos. En Locmaria, punto más alto de la isla, hay vertiginosos acantilados y grandes playas, ideales para la práctica de deportes marítimos. Los amantes del surf deben dirigirse a la playa de Donnant, y los aficionados a la vela, a la de los Grands Sables. Nota importante: para bañarse resulta más recomendable la costa sur, pues sus aguas son más cálidas.
En Belle-Île-en-Mer abundan las actividades culturales. Dos de las más importantes son el festival de música de cámara de Bangor, en julio, y el festival de arte lírico, que se celebra en la primera quincena de agosto.