Conocidas prácticamente en todo el mundo, las ostras de Bretaña son apreciadas sobre todo por su sabor yodado y su gran calidad gustativa. Y llevan haciendo las delicias de la región desde hace varios milenios. La cuna de la ostricultura bretona se encuentra en el sur de Bretaña, especialmente con la ostra de Morbihan.
Allí se cuentan muchas especies criadas en medio natural, como las de la bahía de Saint-Brieuc, que son ricas en iodo y en proteínas, y bajas en calorías. Las ostras de la bahía de Quiberon también son famosas desde el siglo XIX. Son ostras planas y huecas que se derriten en la boca.
También es muy apreciada la ostra armoricana o Belon, una ostra plana bastante frágil pero con un agradable sabor de la avellana. Podemos encontrarla en muchos estantes de las pescaderías.
Cocida o cruda, la ostra de Bretaña puede comerse con una simple vinagreta con chalotas, y también gratinada. En cualquiera de sus formas se acompaña gustosamente con un sencillo vino blanco muy fresco.