Merece la pena visitar la bonita y pequeña ciudad de Crespy-le-Neuf, en primer lugar por sus arriates de flores que se ofrecen a los caminantes, pero también por sus casas y su antiguo lavadero. No hace mucho, las lavanderías eran indispensables. Muchas abuelas recuerdan la casa de lavado, haber ido con sus padres. En primer lugar, era necesario ir allí empujando la carretilla llena de ropa y cepillos, jabón y estuche de paja donde la mujer se arrodillaba, cepillaba, lavaba, enjuagaba, retorcía, las sábanas. Este trabajo tomó dos días, desde la mañana hasta la tarde. El hecho de que a menudo había otras personas hacía que la tarea fuera menos dolorosa, más mujeres se ayudaban mutuamente, especialmente para las sábanas.
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